Como ya contamos en “Oslo, primera parada en busca de las auroras boreales”, la principal razón de nuestro viaje a Noruega fueron ellas: las auroras boreales. Tomada la decisión de viajar hacia este país nórdico, la pregunta era “¿a qué parte?”. Por suerte Couchsurfing y nuestro futuro anfitrión Ole nos simplificaron las cosas (nos enteramos que ya no tiene perfil en Couchsurfing). Al aceptarnos con mucha anticipación en su hogar y contarnos que desde su jardín se podían ver Auroras a diario, no nos costó mucho la elección.  Lo que no sabíamos es la aventura que iba a ser llegar ahí.

El destino fue Melbu (aunque al llegar nos enteraríamos que habíamos llegado a un nuevo país), un pueblo dentro de una isla en la provincia de Nordland, bien al norte de Noruega, con poco más de 2000 habitantes. Para llegar, no tuvimos muchas opciones: o tomarnos un avión carísimo o hacer mil combinaciones que, si bien fueron caras, iban a ser mucho más baratas que volar; y muchísimo más aventureras también.

Casa de Ole.

Hasta el día de hoy no podemos creer el viaje que hicimos para llegar hasta ahí. Así fue cómo llegamos a su ermitaña casa: El primer tramo fue de 7 horas en tren desde Oslo hasta un pueblo llamado Trondheim. Luego de 1 hora de espera y una hermosa nevada, nos tomamos otro tren hasta Bodo. Ese segundo trayecto duró un poco más de 9 horas.

WEB PARA SACAR PASAJE EN TREN: https://www.nsb.no/en/

Tras llegar a Bodo nos tocó tomarnos un autobús, el cual pasó entre montañas nevadas y rutas congeladas y, ferry de por medio, nos llevó del otro lado para seguir rumbo a Stokmarknes.

Al llegar a este pueblo solo nos quedaba subir a otro bus más que nos dejaría en medio de la ruta rumbo a Melbu. Allí nos esperaba Ole con un cuatriciclo, un trailer improvisado en donde nos sentaríamos, un gato amante del frío y la nieve, miles de historias y teorías conspirativas, las auroras boreales y un nuevo país: Baronia. Así es como él llamaba a todo lo que comprendía su terreno (si no lo creen, vean la foto).

Cartel al entrar a la propiedad de Ole.

Las primeras dos noches no fueron el espectáculo de luces que esperábamos. Agua nieve y nevadas fuertes, un cielo muy nublado y días que duraban 3 horas (en Noviembre en esa parte de Noruega no se ve el sol y solo hay luz por unas pocas horas) desilusionaban nuestras expectativas. Así que nos la pasamos comiendo, tomando mate, charlando con nuestro anfitrión, mimando al gato, viendo series en Netflix y mirando cada dos por tres por la ventana de nuestro cuarto esperanzados. A través del ventanal enorme divisábamos el jardín blanco y el cielo, aún en busca -sin éxito- de señales de auroras.

Cada día que pasaba mi rutina se repetía. Esperar a que oscurezca (no había que esperar mucho jaja), ir al cuarto y sentarme a esperar a que se despeje un poco para ver si se asomaba alguna luz verde. Para nuestra suerte y mi mente inquieta, al tercer día el momento que tanto estábamos esperando llegaría.

Paisajes de Melbu.

Eran eso de las 10 de la noche y, viendo constantemente la aplicación de Auroras Boreales que ofrece Turismo Noruega (link para Google Play  y para IOS), leí -por fin- que era una noche ideal para ver auroras. El tiempo pasaba y nada. Constantemente le decía a Carola que veía algo y ella me contestaba “es una nube”. Hasta que por fin fue real. Algo se movía en el cielo oscuro y no eran nubes, ni estrellas fugaces, ni ovnis. Salimos corriendo de la cama, nos pusimos los abrigos y ahí estaban. 

¿Cómo se puede describir algo como las Auroras Boreales? Imagínense un cielo bien bien oscuro que de golpe se ve iluminado por un color verde que empieza leve, suave, moviéndose como una tela por la brisa, sin mucha fuerza pero constante. Y de a poco el color va aumentando, como si le subieras el contraste y la saturación a una foto. Ahí las tenés, encima de tu cabeza, bailando al compás de una música imaginaria (yo le puse a mi cabeza el tema de Foo Fighters: The Sky is a Neighborhood) y ves como pasan y pasan y no sabés de dónde vienen ni cómo se están formando pero ahí están. Y se empiezan a desprender otros colores del verde: un rosa, un azul, un amarillo. ¿Un arcoíris movedizo de noche? Tal vez esa pueda ser una buena descripción, o tal vez no se entienda nada. Pero si hay algo que seguro quedó claro en este párrafo es que nos sorprendió de tal manera que nos quedamos repitiendo por horas lo que habíamos visto, no sea cosa de que se nos vaya a olvidar algún detalle y nos pensemos que fue un sueño.

Collage precario de las fotos que pudimos sacar de las Auroras Boreales con el celular.

En el medio de la espera por ellas pasábamos el tiempo charlando con Ole, el cual es un personaje que merece un texto aparte. Para resumir puedo contarles que es un hombre de unos 40 y largos años que pasa sus días viviendo del seguro de desempleo que le da Noruega, viendo videos sobre terraplanismo, gigantes que habitaron la tierra, teorías de que Trump viaja en el tiempo y yendo a visitar cada tanto a su madre al geriátrico del pueblo. 

Este ermitaño disfruta de su vida alejada de los demás (no tiene casas vecinas cerca) aunque se puso muy feliz cuando vio que íbamos justo para el día de su cumpleaños y disfrutó mucho la torta que le hicimos. Ah, faltaba un detalle no menor, Ole toma mate hace años y compra Yerba Taragui por internet. Pero ya contaremos más acerca de él.

Con el gran personaje Ole.

Los días siguientes nos dieron un par más de Auroras Boreales. Tal vez no tan intensas como las del primer día pero igual de hermosas. Las pocas horas de día las disfrutamos recorriendo el amplio terreno de la casa de Ole (donde él nos mostraba en videos que a veces pasaban a saludar alces), jugando con la nieve y caminando al lago que estaba cerca o animándonos a patear por el costado de la ruta semi congelada rumbo al pueblito.

Y así fue, como casi toda aventura que emprendemos, que se nos pasó tan rápido que ni nos dimos cuenta. Fueron 6 días relajados, fuera de toda preocupación más que ver cuándo saldrían las Auroras. Sé que muchos pensarán en cómo se nos ocurrió ir a la casa de un desconocido en el medio de la nada, sobre todo después de la breve descripción de Ole pero no puedo explicarles lo tranquilos y felices que dormimos esos días ahí. Siempre nos sentimos bienvenidos y nos encantó experimentar lo que es vivir en temperaturas tan bajas lejos de toda civilización y en un nuevo país como Baronia. 

Cuánto nos costó: 800 Coronas Noruegas (80 EUROS) por dos pasajes de ida en tren de Oslo a Bodo. 1000 Coronas Noruegas (100 EUROS) por dos pasajes de ida en dos autobuses de Bodo a Stokmarknes.

Cómo llegamos: desde Oslo hasta Melbu tomamos 2 trenes y 2 autobuses. En caso de parar en Stokmarknes (la más turística y a donde llega el Hurtigruten, solo tienen que tomar un bus).

Qué nos gustó: estar en medio de la nada. Recorrer gran parte de Noruega. El viaje en tren por el medio de circulo polar ártico es tremendo!!

Qué no nos gustó: el precio de todo. Si no nos hubiésemos hospedado con Couchsurfing nos hubiese salido más de lo que nos salió. Y FUE MUCHO!

El tip: sacar los pasajes que son de noche. Son más baratos y realmente tampoco te perdes de ver mucho ya que al principio viajas de día y ves el paisaje. El frío no es tan duro como pensábamos así que con un buen abrigo y un buen calzado impermeable van a estar de lujo.

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