Antes de empezar a contar esta hermosa travesía hacia las auroras boreales de Noruega, quiero dejarme este mensaje para pedirme encarecidamente que escriba aunque sea unas líneas del destino cuando aún estoy ahí y no casi un año después desde Australia. Dada esta aclaración, comenzamos la narración.

Desde chico tuve una obsesión por el frío (y aún la tengo). No sé por qué siempre me gustó todo lo relacionado a él: la nieve, el sentir la brisa fría congelándote la cara, los vikingos (¡Viva Ragnar!), el abrigarse mucho, etc… Y dentro de esa obsesión siempre estuvo un sueño: ir al lugar más al norte posible en invierno para ver las auroras boreales.

Siempre lo vi bastante lejano (por distancias y costos) por lo cual no le presté mucha atención hasta que surgió este viaje a Europa. Y, por suerte, tengo al lado mío a una enfermita como yo que, pese a que odia el frío, no dudó en darme un si rotundo cuando le conté de mis ganas de hacer un viaje bien al norte. La pregunta era: ¿A qué país? 

Uno vaya a saber por qué, siempre que pensaba en auroras boreales el primer país que se me venía a la cabeza era Noruega (tal vez tenga algo que ver con que jugó el Mundial de Francia 98, pero es una idea retorcida nomás) por sobre Islandia, Finlandia o Groenlandia. Así que, después de ver que los pasajes desde Inglaterra no eran tan caros, decidimos emprender una nueva aventura. 

Sabiendo lo caro (CA RI SI MO) que es cualquier país nórdico y lo poco probable que sería volver -al menos en el corto tiempo- nos propusimos dos cosas: exprimir al máximo Couchsurfing y elegir solo un destino. Y así fue como estas dos ideas se fusionaron y nos presentaron a Ole. Su perfil fue uno de los primeros que nos apareció en Couchsurfing y, además de tener muy buenas referencias, cumplía con la ubicación bien – PERO BIEN- al norte que queríamos y encima ya había hospedado a una argentina (siempre nos suma puntos ver referencias positivas de coterráneos).

No pasaron 10 minutos que nos pusimos en contacto con él que ya nos había aceptado y nos había mandado videos motivacionales sobre lo que nos íbamos a encontrar por dónde él vivía. Y como si fuera poco, nos contaba que vendían yerba en su pueblo y que nos esperaba para compartir unos mates. Todo esto nos anticipaba que Ole no iba a ser un Couchsurfer más.

El día había llegado y el avión ya había aterrizado pero para mi todavía todo parecía un sueño.  No sé por qué mi cabeza imaginaba a Oslo, la capital de Noruega y nuestro primer destino, como una ciudad futurista pero rodeada de nieve, casi impenetrable, como un cuento. Lejos de eso, nos encontramos con un aeropuerto hiper moderno alejado a unos 20 minutos de la ciudad.

Naturaleza en Oslo
A falta de castores…

En la capital nos íbamos a quedar tan solo una noche para, al día siguiente, comenzar nuestra travesía rumbo a la casa de Ole la cual se encontraba lejos, lejísimos, de Oslo y de casi toda civilización.

Por esto, contactamos a otro couchsurfer, Morten, que recién empezaba a hospedar gente pero que su perfil nos pareció muy transparente y sumaba el hecho de que haya sido guía de turismo. Y así fue que con una sonrisa y muchas ganas de conversar nos esperó en la estación de tren para llevarnos a su casa, que como era de esperar, quedaba en las afueras de la ciudad. Pero lejos de ser lo que esperábamos, su casa era un departamento amplio, hiper iluminado con una decoración que dejó a Carola boquiabierta (si le preguntan, es la casa de sus sueños) que daba frente a un bosque repleto de árboles altísimos, lagos y con todo tipo de animales nórdicos escondidos. El tiempo era corto así que no perdimos tiempo y salimos a recorrer Oslo y sus alrededores.

Algunos callejones desiertos pero llenos de color
La noche de Oslo: moderna y navideña.

Si bien no pudimos visitar muchos lugares icónicos como la Ópera, el parque de las esculturas o el jardín botánico, sí dimos un buen recorrido a pie por la ciudad y nos sorprendimos con la mezcla arquitectónica y cultural del lugar, atravesado por el gran río Akeserva que llega desde las montañas y cae en cascadas que constantemente se pueden escuchar a lo largo y ancho de la ciudad.

Al ir en una época invernal y cercana a las fiestas navideñas, pudimos disfrutar del famoso decorado que tanto vemos en películas: luces coloridas por todos lados, varios papá noel en las esquinas y locales, y hasta alces parlantes muy bien logrados que te hacen sentir muy cerca del polo norte.

La noche y el frío cayó sobre Oslo – y el sueño también – así que partimos rumbo a la casa para cenar con la hija de Morten (que nos había preparado una cena riquísima), a tomar unos mates (somos fans de hacer probar mate a los couchsurfers) y descansar.

Caminata nocturna
Morten, nuestro couch en Oslo, probando el mate. No muevas la bombilla!!
El bosque detrás de la casa de nuestro couch! =)

A la mañana siguiente, nos levantamos bien temprano para poder visitar la reserva que está detrás de la casa de Morten con la esperanza de ver todos esos animales que el nos dijo que veía a diario. SPOILER ALERT. No vimos alces, no vimos castores (aunque si muchos rastros de sus pasos por donde anduvimos) pero sí patos, muchos patos, ja. Al ser invierno no es tanta la gente que nos cruzamos por el lugar, aunque hay que decir que para ellos un dia de invierno soleado es igualmente disfrutable y una buena excusa para hacer picnics en frente del lago semicongelado al aire libre.

Entre fotos, charlas y el divertido juego de romper hielo escarcha con el pie y con piedras, nos llegó la hora de ir a la estación para tomar uno de los tantos trenes que nos llevaría a nuestra nueva aventura. Para llegar íbamos a tener que tomarnos dos trenes, dos buses, un ferry y viajar en un remolque llevado por un cuatriciclo pero ya voy a llegar a esa parte.

Nos hubiera gustado pasar más tiempo en Oslo, pero por el poco tiempo que estuvimos, los dos creemos que sería un buen lugar para pasar unos días descansando, recorriendo y aprovechando las actividades gratuitas que te ofrece la ciudad, sobre todo, como punto de partida hacia los famosos trekkings noruegos y, por supuesto, las Auroras Boreales.

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