Llegamos a Berlin todavía un poco pasados de rosca de Amsterdam. De hecho, sería la primera parte de un viaje de diez días que nos dejaría de cama, durmiendo noche por medio en un bus nocturno, cambiando de moneda local cada dos días y escuchando idiomas similares pero diferentes.
A nuestro favor debo reconocer que veníamos super sabiondos de la historia alemana. Durante nuestro mes en Gales nos vimos un documental de 12 capítulos sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial que nos había refrescado todo aquello aprendido en la escuela, así que eso nos motivaba bastante. Saber que estábamos pisando un lugar histórico nos ponía en un contexto que nos entusiasmaba. Encima, habíamos conseguido Couchsurfing local.
Muy temprano arribamos a la estación central de buses y nos tomamos el subte hacia nuestro hospedaje. De entrada manejarse fue fácil con los mapas del celular y la mayoría de los carteles traducidos al inglés. A eso de las 8 am, nos recibió Sebastian, un alemán nacido y criado en Berlin del Este muy viajero e informado. Después de un rato de charla aprovechamos para descansar un ratito y activamos al recorrido intenso de dos días por la capital alemana.
Día 1
Ya teníamos contratado un Free Walking Tour así que nuestro recorrido comenzó frente a la Catedral de Berlin que de entrada nos llamó la atención por los cuadraditos con otro tipo de pintura que se veían en su fachada y su cúpula diferente, luego entendimos que eran reparaciones que se le habían hecho ya que había sido afectada por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y la reparación “notoria” tenía el propósito de recordarles a los alemanes sobre aquella época de terror.
Con una llovizna finita y un frío muy molesto continuamos el recorrido por la Isla de los Museos, Ministerio Nazi de Aviación, Memorial al Holocausto, la Universidad Humboldt donde se egresaron personajes célebres como Marx, Einstein, Hegel, etc., y muchos otros lugares emblemáticos. El tour, finalizó en uno de los íconos de Berlín: La Puerta de Brandeburgo, que durante varios años había quedado en tierra de nadie entre Berlín este y Berlín oeste.
Desde allí nos volvimos caminando hacia la casa de Sebastian y preparamos unas nefastas pastas después de haber confundido en el supermercado crema de leche con otra cosa.
Día 2
Amanecimos y nos fuimos a hacer la otra parte de la ciudad. Todo a pie, como siempre, y para no perder la costumbre.
Empezamos a perdernos por las calles y aparecimos en Dead Chicken Gallery, un callejón repleto de grafitis que nos dejó alucinados, más después de saber su historia. Resulta que durante los años de comunismo unos artistas anónimos, conocidos como los Dead Chicken (los pollos muertos), se propusieron a reafirmar su libertad a través de grafitis y pintadas en murales. La prohibición de hacer estas pintadas en lugares públicos les llevó a comprar el callejón que llevaría su nombre. Para esta altura, el clima y los edificios grises de la Europa oriental no ayudaban con el encanto de la ciudad así que encontrar un poco de color entre todo eso nos mejoró la perspectiva.
Después de pasar por Alexander Platz donde se encuentra la famosa torre de televisión que fue un ícono de la Alemania del Este, seguimos caminando por la ciudad hasta llegar a la East Side Gallery, que en otras palabras, sería tal vez una de las partes más famosas del Muro de Berlín que aún queda en la ciudad. No es la única pero sí la más famosa por sus pinturas que incluyen el famoso beso entre Brezhnev y Honecker, de la URSS y Alemania Oriental. Al llegar allí tratamos de ubicarnos en el tiempo imaginando todo lo que debían pasar aquellos que querían cruzar del Este al Oeste: alambres de púa, campos de mina, el río Spree, disparos desde las torres de vigilancia, etc. Lo interesante de recorrer el Muro a nuestro parecer es el leer la cantidad de mensajes que dejan de todas partes del mundo. Desde mensajes de amor hasta frases de canciones, mensajes con un contenido super fuerte y hasta bromas e ironías.


Emprendimos la vuelta y aprovechamos que estábamos en horario para ir a visitar el Monumento a los Judíos y el Museo que es gratuito. El Monumento consta de 2.711 bloques de hormigón de diferentes tamaños y en diferentes niveles de altura, es por eso que al caminar entre ellos la sensación que logra es indescriptible. Un dato interesante al respecto, es que para mantenerlos intactos se les puso una pintura transparente que permite una limpieza rápida en caso de que sean grifateados, pero hace unos años se supo que la empresa que proveía de esta pintura había sido una de las tantas que colaboró con el nazismo. Por ello, los líderes alemanes habían salido a decir públicamente que los nietos no podían pagar por los errores de sus abuelos y que se debía continuar mirando para adelante.
De paso por la ciudad nos quedaba el bunker de Hitler que hoy está debajo del estacionamiento de un complejo de viviendas. Allí, Hitler pasó sus últimos días y se quitó la vida de un disparo luego de saber que los soviéticos venían por él. Hoy solo hay un cartel y policías que vigilan la zona para evitar que se junten grupos nazis. Ver video:
A unas pocas cuadras llegamos al último punto emblemático del día: el Checkpoint Charlie, el paso fronterizo más épico del siglo XX que dividía Berlín occidental de Berlín oriental; el capitalismo del comunismo. Todavía se conservan los carteles que indicaban la entrada y salida de un lado a otro y la típica casilla de vigilancia. Eso sí, hoy hay dos personajes vestidos de militares yankees con su bandera que te invitan a sacarte una foto con ellos por unos euros. Frente a este lugar, hay una exposición sobre el muro con información e imágenes sobre casos de gente que escapó de un lado a otro, historias de vida, etc. También hay un museo pago que con solo leer en su folleto muestra su devoción a Estados Unidos, pero no puedo recomendarlo porque no fuimos.
Volvimos a lo de Sebastián matados y (no) listos para lo que seguía: Cracovia. Las sensaciones compartidas tuvieron que ver con la admiración ante la reconstrucción de una república que estuvo destruida, con un país que se avergüenza de su pasado pero aún así decidió seguir adelante, una ciudad que al menos en enero se ve gris y apagada y que no nos deslumbró como muchos nos habían anticipado pero que sin embargo nos hizo saber continuamente que cada paso que dábamos nos nutría de historia pura.
Cómo llegamos: tomamos un bus nocturno desde Amsterdam con la empresa Eurolines por 70 euros los dos.
Qué nos gustó: toda la historia que rodea la ciudad nos fascinó.
Qué no nos gustó: desgraciadamente el clima nos acompañó tanto y eso apañó un poco la vista de la ciudad. La vimos muy gris, como apagada.
Dónde nos quedamos: nos quedamos con un couchsurfer llamado Sebastian el cual hospedó a cientos de viajeros y que nos hizo sentir como en casa.
Qué hacer: hacer un free walking tour el primer día es indispensable para luego recorrer la ciudad con otros ojos. Ir a Dead Chicken Gallery.