Escribo en mi cuadernito y aunque después me de fiaca pasarlo a la pc, escribo distinto. No sé si llamarlo capricho, o es que la computadora de tanto uso laboral perdió su magia. Comos sea, la hoja es la hoja y no la cambio. Tanta intro al pedo pensarán, y si, así es.
Hoy nos depertamos en Manizales, desayunamos en el hostel chocolate caliente, tostadas, jamón, queso y huevo revuelto. Mati se despertó tarde y aunque le insistió a la señora que cocinaba, el desayuno no se lo dieron.
Nos despedimos de la ciudad nuevamente en un movidito viaje hasta Santa Rosa. Según nos había comentado la señora de la finca ayer, había unas aguas termales que no podíamos dejar de visitar así que manijas, reservamos hostel para quedarnos.
El hostel tiene mucha onda, puede que en parte me hayan comprado el cuadro del Che colgado en el living y el de Los Beatles en el patio, como sea, me gusta. Sin pasar por alto que en el jardín hay una gran planta de marihuana que le hizo brillar los ojos a Mati.
Almorzamos chorizos acompañados de una rodaja (literal) de tomate y una arepa sin sabor. Por lo que leí, los chorizos son uno de los atractivos gastronómicos del lugar. Probamos asado y otro cocido en caldo, ambos riquísimos, pero honestamente, nada que envidiar a la parrilla argentina.
Al lado del bar había un centro de información turística así que nos mandamos a ver cómo íbamos para las famosas termas. Los planes cambiaron cuando nos enteramos que la entrada costaba 32 mil pesos colombianos. La nueva opción eran unas cabañas para pasar la tarde con cascaditas, mucho verde y tranquilidad. Acá estamos.
No hay mejor momento que este para tirarse a escribir. Al menos así lo siento ahora, y al margen del que te achina de hace un rato, no hay mejor sensación que mirarte envuelta en el mundo y dejarte ir al menos por un rato.