Relajados a la española
24 de Junio de 2016
El objetivo del día era hacer NADA. Nos movimos bastante en poco tiempo por lo que nos merecíamos una fiaca total en la playa.
Empezamos el día con un chapuzón después del desayuno que terminó siendo un buen rato de lucha en el mar que estaba super revuelto. Después nos colgamos hablando con los españoles (Abraham y Ana) y nos ofrecieron ir con su auto para el lado de Lalomanu y claro que nos sumamos!

Tin tenía muchas ganas de nadar con tortugas pero el único tour que lo ofrecía por la zona quedaba un poco lejos, así que creo que quedará como excusa para un nuevo viaje a alguna otra islita.
Llegamos con los chicos a una zona de casitas y en cuanto vimos algo de playa aprovechamos para ir a nadar y hacer snorkel. Había bastante coral así que pudimos ver de nuevo muchos peces y disfrutar del mar que acá estaba mucho más tranquilo. Al salir, un montón de nenes nos saludaban entusiasmados “Hi palangui”.

Volvimos, almorzamos chatarreadas de un kiosco y se nos pasó la tarde charlando y matándonos de risa con los chicos y las historias de Ana, que como enfermera tiene MILES y muy bizarras. Siempre pensamos con Tin en cada viaje acerca de la cantidad de gente de todo el mundo que conocemos, las conversaciones geniales que nacen de la nada y cuanto aprendemos de cada uno. Gente que te trata como amigo de toda la vida, gente que te contagia y te motiva para seguir conociendo nuevos lugares, gente que simplemente te invita a pasar el rato y por algún motivo deja huella. ¡Qué lindo es viajar la puta madre!

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Samoa desde adentro
25 de Junio de 2016
Nuestro último día de playa se portó regalándonos el cielo más despejado de la semana. Así que nos pasamos horas y horas chapoteando en el mar. Al mediodía, nos fuimos en el auto de Ricardo -otro español que estaba en los fales-, hacia Apia. ¿El objetivo? Ver el partido de rugby entre Samoa y Tonga. La ruta que agarramos fue la última que nos quedaba por conocer y nos dejó con los ojos verdes de tantas palmeras.



A las 3 horas aprox llegamos a la city y no dejamos de sorprendernos con lo distinta que se veía en comparación a esa triste y lluviosa del primer día. Después de un rato, nos encontramos con unos amigos de Ricardo (que también habíamos conocido en Lano Beach) y nos fuimos todos al “Apia Park”. En menos de un minuto compramos nuestros tickets de 20 talas cada uno y nos sentamos bajo el sol de hora pico (?) a derretirnos con la victoria de Samoa por 30 a 10. En las tribunas, un puñadito de hinchas de Tonga mezclados con los samoanos se batían a duelo con bailes y todos morían de risa.


Como ya habíamos quedado de palabra, contactamos a Numi, el taxista del aeropuerto, para que nos busque y nos lleve a su casa. Como acordamos, pasaríamos el domingo con él y su familia para conocer más de la cultura samoana. Después de un intercambio de mensajes de texto que nos dejó con más dudas que certezas, aceptamos ir. Nos buscó, pasó por el mercado a comprar unas cosas y nos fuimos a su casa. De entrada nos recibieron dos nenas con un perfecto inglés: Luisa (12) y Cecilia (10), hermana y cuñada de Numi respectivamente. Entre mil preguntas de las pequeñas conocimos al resto de la familia: la madre de Numi, dos hermanos (uno Leo, 17, un genio), la esposa y sus hijos April y Joseph a los que no podíamos dejar de mimar.


La noche fue pasando a puro juego con Ceci, Luiza y Leo. Les enseñamos a jugar al juego de la oca y estaban tan entusiasmados que lo adaptamos al inglés también. Cenamos un chop suey, salchichas y arroz; y pese a que estábamos de lujo, nunca terminábamos de sentirnos cómodos con Numi que no paraba de tirarnos palos de que mucha gente no valoraba el quedarse con una familia local haciéndose entender de que pretendía dinero a cambio pese a habernos dicho de estar gratis. Se puede decir que fue el único trago amargo de la noche que seguía entre risas y buenos momentos.
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Santo Domingo
26 de Junio de 2016
Nos despertaron mil gallos a la vez alrededor de las 7 am. Enseguida comenzaron las charlas, la preparación de comida para el mediodía y la importancia de qué nos pondríamos para ir a la iglesia.
Creo que Tin ya lo contó pero repito. Los samoanos son HIPER creyentes. Cada domingo van a misa con sus mejores ropas, por lo general visten de blanco, las mujeres con capelinas y nosotros, los turistas, debemos adaptarnos. Yo zafaba con una pollera larga que traje y una remera blanca, pero a Tin le tocó llevar ropa prestada. Aguantando el calor, vistió como un duque el “lavalava” (pareo samoano) y una camisa floreada con mangas cortas. A mi pelo le tocó un peinado con trenzas que intenté mantener hasta la noche porque realmente además de hermoso era super fresco.

Nosotros no somos creyentes pero respetamos cada religión, por eso nos parecía importante compartir este momento pese a que renegamos una y otra vez el manejo de dinero que lleva cada pastor en Samoa. Gente que tal vez no tiene ni para comer hace lo imposible por conseguir algo para darle, ya sea comida, plata o electrodomésticos, las iglesias son construcciones increíbles y la casa del pastor también hace la diferencia con las demás. En fin.

La misa duró alrededor de una hora y media entre salmos y canciones en samoano. El pastor hizo saber que había dos argentinos en la iglesia y los nenes de la familia de Numi sonreían felices de saber que éramos nosotros, sus amigos.

Regresamos a la casa, y en un rato que estuve a solas con las nenas me topé con una historia de mierda. “Odio a los hombres” me dijo Luisa. Le pregunté por qué. “Especialmente a uno”, siguió, y en menos de cinco minutos me contó que un tipo grande que trabajaba en su casa había abusado de ella. Me contó cada detalle y lo que más le dolía: su mamá no le creía e insistía en que ella mentía y que “él” era un buen hombre, de confianza. “La odio” cerró. Al tipo no se lo volvió a cruzar pero el miedo lo tiene latente. “Se llama así”, me dijo y escribió el nombre del hijo de puta en mi cuaderno para que lo lleve conmigo. Me replanteé una y otra vez qué podía hacer, cómo ayudarla. La madre le pegaba, también me lo contó, y si yo llegaba a meterme, a decirle algo, tuve miedo de que las consecuencias las sufra ella. Solo me salió aconsejarla. Que si alguna vez llega a pasar algo similar que busque ayuda por todos lados, que no le importan lo que le digan, que no está bien, que no es normal, que está MAL. Yo mientras tanto sigo acá, masticando bronca mientras escribo esto.
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Previo a la iglesia, la familia de Numi nos mostró paso a paso cómo se hacía el tradicional “Umu”, similar al Hangi de los Maoríes pero el cual se cocinan las comidas entre cocos y hojas de palmeras ardientes.



Pudimos ver cómo hacían el coco rayado, la crema de coco y muchas otras cosas. Después de este viaje puedo afirmar que me gusta el coco en todas sus formas y variedades.
La segunda parte del día siguió con un almuerzo gigante, en la casa de la mujer de Numi, que solo ves en celebraciones especiales pero que acá son habituales cada domingo. Ahora entendemos el tamaño de los samoanos.
Comimos hasta el hartazgo y nos relajamos con Ceci, Luiza, April y Joseph viendo películas.

Volvimos a lo de Numi y nos encontramos con él un poco “alegre” junto a su mujer y otro samoano. Se los veía hablar de nosotros, decir “Palangui” y esto nos hacía sentir muy incómodos. Un poco fastidioso pero con ganas de cortar el mal ambiente, fui a ofrecerles probar el tereré, lo cual no tuvo mucho éxito.
No íbamos a dejar que el mal sabor de no poder llevarnos bien con Numi nos haga olvidar lo bien que la pasamos con toda su familia, lo bien que nos trataron y lo serviciales que fueron con nosotros. Así que, mientras Numi dormía, nos sacamos fotos con toda la flia entre risas y abrazos de despedida. Era la hora de partir y Numi debía llevarnos al aeropuerto.

En el camino, se nos puso a hablar de lo agradecido que estaba porque hayamos ido, que teníamos una familia samoana de ahora en más y que éramos más que bienvenidos. Esto nos descolocó un poco y nos hizo dar cuenta que las distintas costumbres a veces le hacen a uno malinterpretar algunas cosas o simplemente no gustarles, pero sin pensar que para ellos son comunes y habituales. Nos despedimos con un gran abrazo y un hasta pronto, no solo de Numi, sino de este maravilloso país que, sin lugar a dudas, nos deja con una sonrisa de oreja a oreja por sus playas, sus selvas, sus aguas cristalinas pero, por sobre todo, por la increíble gente que lo habita.
T.